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sábado, 4 de enero de 2014

Lección de Fotografía de Stephen Shore

Es curioso cómo uno tiende a explicar el mundo que percibe (o a correlacionar lo novedoso que uno va aprehendiendo, que viene a ser lo mismo) con su mochila de conocimientos previos, con el esquema preexistente de la realidad que cada uno ha ido conformando con sus vivencias o con sus estudios.  Me ha pasado con el libro Lección de Fotografía, de Stephen Shore, que encontré hace unos años no recuerdo dónde, y que se ha convertido en uno de mis libros más preciados.  No tanto por la edición, cuidada pero sin lujos (probablemente porque así lo requiere la materia), sino porque  abre las puertas de la comprensión de las fotografías como lo que son, objetos de observación y de análisis para entender mejor (en palabras del propio Shore) cómo funcionan.  Un libro, en definitiva,  acerca de la naturaleza de la fotografía, y alejado de la técnica, de las cámaras, de los objetivos, de velocidades y diafragmas, y del tratamiento de las imágenes hasta que llegan a ser lo que son, es decir, fotografías.  Temas estos últimos que, por otra parte, pueblan los libros que sobre la materia se encuentran por metros en los lineales de cualquier librería o gran superficie.

El esquema que Shore (profesor de arte y director del programa de fotografía en el Bard College de Nueva York) expone para entender mejor la fotografía se fundamenta en una pila de cuatro estratos que constituyen la superestructura de la comprensión de la naturaleza de las fotografías:
  • Empezando desde abajo, el nivel físico determina la fotografía como cosa, como papel o placa bidimensional que ocupa su lugar en un espacio de tres dimensiones y que tiene bordes, textura, peso, color...
  • El nivel descriptivo hace referencia al orden que elige o impone el fotógrafo sobre la realidad que fotografía:  un ángulo de visión, un encuadre, un determinado tiempo a congelar y un enfoque.
  • Ascendemos a continuación al nivel mental, que es el que elabora en la mente del fotógrafo o del observador su propia visión descriptiva, que tendrá correlación, claro, con el  anterior nivel.
  • Finalmente, lo anterior habrá sido conformado o dirigido por los modelos mentales del fotógrafo (más o menos rígidos, más o menos flexibles), adquiridos (consciente o inconscientemente) en su trabajo, en sus vivencias, en su propia vida...
Decía al principio que uno tiende a encajar sus nuevos conocimientos con sus estructuras mentales preexistentes.  Y el caso es que el esquema de Shore me recordó inmediatamente el modelo OSI de la ISO sobre redes informáticas (si no sabes de lo que hablo, puedes saltar al siguiente párrafo sin problemas;  también puedes saltarte el post completo, para lo que vale...): nivel físico, enlace de datos, ...bla-bla-bla..., presentación, nivel de aplicación.  O al menos a otros modelos más sencillos (y realistas) que no toman en consideración todas las capas OSI.  Y es que, en resumen, se trata de dar sentido a la naturaleza de todo el tráfico conceptual que discurre, fluye, y se reelabora para que pueda seguir fluyendo, desde los niveles más altos y abstractos de la consciencia del comunicador hasta los niveles más bajos y físicos necesarios para transmitir la idea o el mensaje a otros observadores con la mayor fidelidad y precisión posibles.  Y viceversa, claro.

Además de por puro placer (las fotografía son magníficas, como no podía ser de otra manera), leo y releo este libro porque, a pesar de su prudente número de páginas y que la parte textual se lee en una hora o dos, ese mismo reducido mensaje (y quizá su traducción) hace que se condensen conceptos hasta un punto de complicación excesivo para mí.  Por ejemplo, cuando hace referencia al reenfoque mental que todo observador hace recorriendo la profundidad de una imagen, nos dice que su dirección y velocidad (...) no están relacionadas con el retroceso en el espacio descriptivo...

Seguro que lo tengo que volver a leer.

Stephen Shore, Calle de El Paso (Texas), 1975

sábado, 4 de abril de 2009

Britannica, Encarta, Wikipedia

Hace unos cuantos años mi hermano me regaló su anterior edición de la Encyclopaedia Britannica, aprovechando que había adquirido una actualización. La tengo aquí al lado. Los treinta y tantos tomos de la Britannica que me han acompañado en los últimos quince años corresponden a la decimoquinta edición (creo que sigue siendo la última), de finales de los 80, y tengo actualizaciones hasta el 93.
Ya apenas la consulto. Está desfasada, y su indexación y su manejo son incómodos ahora, en la era del hipertexto e Internet. Y encima está dedicada a Ronald Reagan y a la reina Isabel II.
El seísmo digital, sin pausa pero con prisa, está acabando en un suspiro con más de doscientos años de históricas ediciones en papel. Pero, de cuando en cuando, no puedo evitar (mi padre, mi hermano y Borges tienen la culpa) coger un volumen cualquiera. Me agrada el tacto de sus tapas, la textura del papel. La tipografía, moderna aún después de veinte años. ''First edition 1768'', dice. Y me dejo perder en el agradable olor que han ido adquiriendo sus páginas.
Ahora, dieciséis años después de su primera edición (1993, justo el año hasta el que tengo actualizaciones de la Britannica), echa el cierre Encarta, la enciclopedia digital de Microsoft. Aunque con muy diferentes presentaciones, que aprovechan la flexibilidad de los formatos digitales, es un modelo de negocio semejante al de la actual Britannica Online: pagas por acceder al conocimiento. Y ya quedan pocos que estén dispuestos a pagar por algo cuando pueden obtenerlo gratis.
Wikipedia ha alcanzado importantes niveles de difusión de conocimiento tanto en cantidad como, aún más importante, de calidad. Y lo está haciendo a pesar de las anecdóticas dudas que generan algunas modificaciones de contenido mal intencionadas. Su autoregulación (bibliotecarios y colaboradores que revisan todas y cada una de las nuevas entradas y modificaciones) está llegando a unas cuotas de eficiencia que hacen difícil la permanencia de los vandalismos que a menudo practican los graciosillos de turno. Pero, como en toda obra, algunos defectos perduran y son los que aparecen de vez en cuando en los medios. No son relevantes en comparación a la magnitud del trabajo hecho y, además, todas las enciclopedias están sujetas a errores.
Hace ya muchos años que me sirvo de los artículos de Wikipedia en el trabajo, en los estudios, o para cualquier duda de la vida cotidiana. Y hace un año comencé a escribir y a traducir algunas cosas en la Wikipedia en castellano. Por diferentes motivos hace meses que sólo puedo revisar los artículos que tengo en seguimiento, pero puedo dedicar algo de tiempo a este blog, que requiere un trabajo mucho menos riguroso que el de la Wikipedia. Y, ¿cuál será el modelo de difusión del conocimiento que sustituirá al de Wikipedia? Uno descentralizado, supongo, basado en documentos casi personales diseminados por toda la red. O quizá no.
Y recuerda: el conocimiento libera; libera el conocimiento. (¿Nadie había dicho esto antes;-)?)