Es curioso cómo uno tiende a explicar el mundo que percibe (o a correlacionar lo novedoso que uno va aprehendiendo, que viene a ser lo mismo) con su mochila de conocimientos previos, con el esquema preexistente de la realidad que cada uno ha ido conformando con sus vivencias o con sus estudios. Me ha pasado con el libro Lección de Fotografía, de Stephen Shore, que encontré hace unos años no recuerdo dónde, y que se ha convertido en uno de mis libros más preciados. No tanto por la edición, cuidada pero sin lujos (probablemente porque así lo requiere la materia), sino porque abre las puertas de la comprensión de las fotografías como lo que son, objetos de observación y de análisis para entender mejor (en palabras del propio Shore) cómo funcionan. Un libro, en definitiva, acerca de la naturaleza de la fotografía, y alejado de la técnica, de las cámaras, de los objetivos, de velocidades y diafragmas, y del tratamiento de las imágenes hasta que llegan a ser lo que son, es decir, fotografías. Temas estos últimos que, por otra parte, pueblan los libros que sobre la materia se encuentran por metros en los lineales de cualquier librería o gran superficie.
El esquema que Shore (profesor de arte y director del programa de fotografía en el Bard College de Nueva York) expone para entender mejor la fotografía se fundamenta en una pila de cuatro estratos que constituyen la superestructura de la comprensión de la naturaleza de las fotografías:
- Empezando desde abajo, el nivel físico determina la fotografía como cosa, como papel o placa bidimensional que ocupa su lugar en un espacio de tres dimensiones y que tiene bordes, textura, peso, color...
- El nivel descriptivo hace referencia al orden que elige o impone el fotógrafo sobre la realidad que fotografía: un ángulo de visión, un encuadre, un determinado tiempo a congelar y un enfoque.
- Ascendemos a continuación al nivel mental, que es el que elabora en la mente del fotógrafo o del observador su propia visión descriptiva, que tendrá correlación, claro, con el anterior nivel.
- Finalmente, lo anterior habrá sido conformado o dirigido por los modelos mentales del fotógrafo (más o menos rígidos, más o menos flexibles), adquiridos (consciente o inconscientemente) en su trabajo, en sus vivencias, en su propia vida...
Decía al principio que uno tiende a encajar sus nuevos conocimientos con sus estructuras mentales preexistentes. Y el caso es que el esquema de Shore me recordó inmediatamente el modelo OSI de la ISO sobre redes informáticas (si no sabes de lo que hablo, puedes saltar al siguiente párrafo sin problemas; también puedes saltarte el post completo, para lo que vale...): nivel físico, enlace de datos, ...bla-bla-bla..., presentación, nivel de aplicación. O al menos a otros modelos más sencillos (y realistas) que no toman en consideración todas las capas OSI. Y es que, en resumen, se trata de dar sentido a la naturaleza de todo el tráfico conceptual que discurre, fluye, y se reelabora para que pueda seguir fluyendo, desde los niveles más altos y abstractos de la consciencia del comunicador hasta los niveles más bajos y físicos necesarios para transmitir la idea o el mensaje a otros observadores con la mayor fidelidad y precisión posibles. Y viceversa, claro.
Además de por puro placer (las fotografía son magníficas, como no podía ser de otra manera), leo y releo este libro porque, a pesar de su prudente número de páginas y que la parte textual se lee en una hora o dos, ese mismo reducido mensaje (y quizá su traducción) hace que se condensen conceptos hasta un punto de complicación excesivo para mí. Por ejemplo, cuando hace referencia al reenfoque mental que todo observador hace recorriendo la profundidad de una imagen, nos dice que su dirección y velocidad (...) no están relacionadas con el retroceso en el espacio descriptivo...
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