Hace unos cuantos años mi hermano me regaló su anterior edición de la Encyclopaedia Britannica, aprovechando que había adquirido una actualización. La tengo aquí al lado. Los treinta y tantos tomos de la Britannica que me han acompañado en los últimos quince años corresponden a la decimoquinta edición (creo que sigue siendo la última), de finales de los 80, y tengo actualizaciones hasta el 93.
Ya apenas la consulto. Está desfasada, y su indexación y su manejo son incómodos ahora, en la era del hipertexto e Internet. Y encima está dedicada a Ronald Reagan y a la reina Isabel II.
El seísmo digital, sin pausa pero con prisa, está acabando en un suspiro con más de doscientos años de históricas ediciones en papel. Pero, de cuando en cuando, no puedo evitar (mi padre, mi hermano y Borges tienen la culpa) coger un volumen cualquiera. Me agrada el tacto de sus tapas, la textura del papel. La tipografía, moderna aún después de veinte años. ''First edition 1768'', dice. Y me dejo perder en el agradable olor que han ido adquiriendo sus páginas.
Ahora, dieciséis años después de su primera edición (1993, justo el año hasta el que tengo actualizaciones de la Britannica), echa el cierre Encarta, la enciclopedia digital de Microsoft. Aunque con muy diferentes presentaciones, que aprovechan la flexibilidad de los formatos digitales, es un modelo de negocio semejante al de la actual Britannica Online: pagas por acceder al conocimiento. Y ya quedan pocos que estén dispuestos a pagar por algo cuando pueden obtenerlo gratis.
Wikipedia ha alcanzado importantes niveles de difusión de conocimiento tanto en cantidad como, aún más importante, de calidad. Y lo está haciendo a pesar de las anecdóticas dudas que generan algunas modificaciones de contenido mal intencionadas. Su autoregulación (bibliotecarios y colaboradores que revisan todas y cada una de las nuevas entradas y modificaciones) está llegando a unas cuotas de eficiencia que hacen difícil la permanencia de los vandalismos que a menudo practican los graciosillos de turno. Pero, como en toda obra, algunos defectos perduran y son los que aparecen de vez en cuando en los medios. No son relevantes en comparación a la magnitud del trabajo hecho y, además, todas las enciclopedias están sujetas a errores.
Hace ya muchos años que me sirvo de los artículos de Wikipedia en el trabajo, en los estudios, o para cualquier duda de la vida cotidiana. Y hace un año comencé a escribir y a traducir algunas cosas en la Wikipedia en castellano. Por diferentes motivos hace meses que sólo puedo revisar los artículos que tengo en seguimiento, pero puedo dedicar algo de tiempo a este blog, que requiere un trabajo mucho menos riguroso que el de la Wikipedia. Y, ¿cuál será el modelo de difusión del conocimiento que sustituirá al de Wikipedia? Uno descentralizado, supongo, basado en documentos casi personales diseminados por toda la red. O quizá no.
Y recuerda: el conocimiento libera; libera el conocimiento. (¿Nadie había dicho esto antes;-)?)
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