domingo, 19 de enero de 2014

Persefone: la bella bestia

Persefone. ¡Qué  grandes músicos son! Me declaro ignorante puesto que no podría haber imaginado que Andorra, ese pintoresco país que tiene un puñado más de habitantes que, por ejemplo, Cuenca, pudiera ser cuna de este tipo de músicas (y pásmate: ¡hay más grupos del género!), y realizadas además con un nivel técnico asombroso.  No se caracterizan, de momento, por ser muy conocidos ni por giras continuas.  Tampoco, como es de imaginar en el género, por una importante presencia en los medios del ramo.  Pero ahí están, con más de diez años de historia en sus lomos.  Están llegando (parece que 2013 fue su año de inflexión), y llegarán aún más lejos.
  
Para intentar entendernos, y según apuntan en la presentación de la banda en su página web, hacen progressive death metal. Pero si quieres otra clasificación cercana seguro que también es válida dada la complejidad y el alcance de su trabajo realizado en sólo cuatro discos.

Tengo que agradecer a Youtube el haberlos puesto a mi alcance cuando escuchaba Dream Theater. Buena puntería. 

Qué buenos son.

[Persefone | Shin-Ken | The Water Book +  The Endless Path]
 


[Persefone | Shin-Ken | Shin-Ken Parts I & II]
 


[Persefone | Spiritual Migration | Consciousness Parts I & II]
 


[Los interesantes vídeos de las grabaciones de Shin-Ken: 1, 2, 3 y 4 | Carlos Lozano, un tipo excepcional, en su salsa]

domingo, 12 de enero de 2014

Flickr heroes: Timothy J. Reynolds

Soy un fetichista de los cuadernos y las pequeñas libretas, sean de rayas, o de cuadritos, o blancas...  Tengo un buen montón absolutamente vírgenes esperando alguna inspiración para (intentar) convertirlos en hermosos archivos de la estructuración de mis pensamientos o vivencias. Pero tengo una letra horrorosa y dibujo muy mal, por lo que lo único que consigo son unas cuantas páginas emborronadas con mis apuntes y mis listas.

Amé con tanta pasión los gráficos 3D que por ellos estudié una ingeniería en informática. Completa.  Pero los derroteros me llevaron por otras vías tecnológicas y no tecnológicas, y además tardé en darme cuenta que en última instancia un buen resultado del dominio de un programa de diseño 3D está más vinculado con el temperamento artístico que con el técnico, por lo que, aunque me siguen fascinando, ya no trasteo con las primitivas, el modelado, ni  las iluminaciones y ambientes sintéticos.

De pequeño quería ser (entre unas cuantas cosas más, eso sí) arquitecto.  Pero ni se dieron las circunstancias adecuadas ni era buen estudiante, por lo que no pudo ser.

Y va este tío, Timothy J. Reynolds, y vive estas parcelas de mi vida que yo no he podido vivir, obteniendo los resultados que yo habría querido obtener:






sábado, 4 de enero de 2014

Lección de Fotografía de Stephen Shore

Es curioso cómo uno tiende a explicar el mundo que percibe (o a correlacionar lo novedoso que uno va aprehendiendo, que viene a ser lo mismo) con su mochila de conocimientos previos, con el esquema preexistente de la realidad que cada uno ha ido conformando con sus vivencias o con sus estudios.  Me ha pasado con el libro Lección de Fotografía, de Stephen Shore, que encontré hace unos años no recuerdo dónde, y que se ha convertido en uno de mis libros más preciados.  No tanto por la edición, cuidada pero sin lujos (probablemente porque así lo requiere la materia), sino porque  abre las puertas de la comprensión de las fotografías como lo que son, objetos de observación y de análisis para entender mejor (en palabras del propio Shore) cómo funcionan.  Un libro, en definitiva,  acerca de la naturaleza de la fotografía, y alejado de la técnica, de las cámaras, de los objetivos, de velocidades y diafragmas, y del tratamiento de las imágenes hasta que llegan a ser lo que son, es decir, fotografías.  Temas estos últimos que, por otra parte, pueblan los libros que sobre la materia se encuentran por metros en los lineales de cualquier librería o gran superficie.

El esquema que Shore (profesor de arte y director del programa de fotografía en el Bard College de Nueva York) expone para entender mejor la fotografía se fundamenta en una pila de cuatro estratos que constituyen la superestructura de la comprensión de la naturaleza de las fotografías:
  • Empezando desde abajo, el nivel físico determina la fotografía como cosa, como papel o placa bidimensional que ocupa su lugar en un espacio de tres dimensiones y que tiene bordes, textura, peso, color...
  • El nivel descriptivo hace referencia al orden que elige o impone el fotógrafo sobre la realidad que fotografía:  un ángulo de visión, un encuadre, un determinado tiempo a congelar y un enfoque.
  • Ascendemos a continuación al nivel mental, que es el que elabora en la mente del fotógrafo o del observador su propia visión descriptiva, que tendrá correlación, claro, con el  anterior nivel.
  • Finalmente, lo anterior habrá sido conformado o dirigido por los modelos mentales del fotógrafo (más o menos rígidos, más o menos flexibles), adquiridos (consciente o inconscientemente) en su trabajo, en sus vivencias, en su propia vida...
Decía al principio que uno tiende a encajar sus nuevos conocimientos con sus estructuras mentales preexistentes.  Y el caso es que el esquema de Shore me recordó inmediatamente el modelo OSI de la ISO sobre redes informáticas (si no sabes de lo que hablo, puedes saltar al siguiente párrafo sin problemas;  también puedes saltarte el post completo, para lo que vale...): nivel físico, enlace de datos, ...bla-bla-bla..., presentación, nivel de aplicación.  O al menos a otros modelos más sencillos (y realistas) que no toman en consideración todas las capas OSI.  Y es que, en resumen, se trata de dar sentido a la naturaleza de todo el tráfico conceptual que discurre, fluye, y se reelabora para que pueda seguir fluyendo, desde los niveles más altos y abstractos de la consciencia del comunicador hasta los niveles más bajos y físicos necesarios para transmitir la idea o el mensaje a otros observadores con la mayor fidelidad y precisión posibles.  Y viceversa, claro.

Además de por puro placer (las fotografía son magníficas, como no podía ser de otra manera), leo y releo este libro porque, a pesar de su prudente número de páginas y que la parte textual se lee en una hora o dos, ese mismo reducido mensaje (y quizá su traducción) hace que se condensen conceptos hasta un punto de complicación excesivo para mí.  Por ejemplo, cuando hace referencia al reenfoque mental que todo observador hace recorriendo la profundidad de una imagen, nos dice que su dirección y velocidad (...) no están relacionadas con el retroceso en el espacio descriptivo...

Seguro que lo tengo que volver a leer.

Stephen Shore, Calle de El Paso (Texas), 1975